Debido a la crisis política, económica y humanitaria que vive Venezuela en los últimos años, más de un millón de venezolanos migraron hacia el Perú en busca de un mejor futuro. Muchos de ellos, profesionales que tuvieron que dejar todo para iniciar desde cero en nuestro país. Uno de estos casos es el de Mario Ricardo Escobar, un reconocido periodista deportivo, oriundo de Chacao, Caracas, que en 2017 tomó la difícil decisión de venir junto a su familia. Pese a que tenía una reputación ganada, trabajando en los medios más importantes de su nación y cubriendo eventos como la Copa América, el criado en Carabobo, tuvo que comenzar desde abajo, realizando oficios como vigilante o mesero en una cevichería, hasta que le llegó la oportunidad y hoy es una de las voces del fútbol peruano en Liga 1 Max y DIRECTV.
Infobae Perú pudo conversar con el narrador deportivo, quien contó su lucha de superación, lo que significa la nación para él y su familia, e incluso su primera polémica con los hinchas de Alianza Lima.
– ¿Cómo te iniciaste en el periodismo?
Todo inicia por el deporte, como todo niño siempre quise ser atleta profesional, inicialmente con el béisbol como cualquier niño venezolano, pero me di cuenta que me desempeñaba mejor en el fútbol. Ahí empieza el amor con la pelota, el baloncesto también lo tenía marcado desde pequeño. Luego, a medida que fui creciendo, agarré gusto por videojuegos como el FIFA y NBA Live. Entonces nace ese gustito de querer relatar. Todos los domingos en la tarde pegaba gritos, cantaba golazos y canastas que hacían enojar a mi madre. Más adelante, me di cuenta que no tenía las aptitudes para ser deportista profesional y me decidí por los estudios. Pensé “vamos a ser profesionales del deporte, pero a través del periodismo”. Estudié en la universidad Arturo Michelena, me gradué y comencé a trabajar en dos medios de comunicación, El Diario Carabobeño, y Dark Televisión, un canal regional de la ciudad Venecia, Carabobo. Luego, ya graduado, me fui a la capital, trabajé en Meridiano Televisión, que es el canal de deportes más importante de Venezuela, ahí hice la Copa América, también trabajaba con TeleAragua, que tenía los derechos de fútbol venezolano.
– Ya tenías una trayectoria importante como periodista deportivo en Venezuela. ¿Cómo tomaste la decisión de dejar todo para venir a Perú y empezar de cero?
Estaba trabajando en todos lados como buen periodista. Además de televisión, cubría baloncesto con el Diario Líder, y cubría beisbol como productor de transmisiones, pero estando en un país con una crisis económica muy marcada, con inseguridad y ves que no te alcanza el sueldo, no te da para pagar el alquiler, para comprar medicinas o todo tipo de necesidades básicas, comienzo a hablarlo con mi esposa y, después de sufrir un tercer episodio de robo a mano armada, tomé la decisión de decir: “nos vamos, porque la próxima no la voy a contar”. Ya había tenido dos episodios previos con un secuestro express, que me dejó marcado y perturbado en el 2011. Estaba narrando un partido de la Copa América en un mall, la transmisión era por radio, y por querer darle un aventón a un compañero de trabajo me terminaron secuestrando.
– ¿Por qué escogiste el Perú para migrar?
El presidente (Pedro Pablo) Kuczynski estaba dándole ciertas facilidades a los migrantes venezolanos para poder entrar al Perú. Nosotros habíamos hecho toda la investigación pertinente, yo había venido el 2016 a conocer el país para un evento de marketing deportivo, me encantó Lima a la primera. Previo al viaje ya le había dicho a mi esposa: “allá conozco gente, es lindo, a mí me gusta”. Me quería quedar en el 2016, pero no podía, me regreso a Venezuela, pasa este último evento donde me asaltan junto a mi hijo el más pequeño y el 23 de julio de 2017 emprendo el viaje.
– ¿Cómo fue el viaje? ¿Tuviste problemas para salir de Venezuela?
Fue un viaje complicado, porque no había facilidades para salir de Venezuela. Era un año electoral para el tema de la Constitución, el Gobierno quería crear una nueva constituyente y cuando hay un proceso electoral, en Venezuela se suelen cerrar las fronteras. Nosotros tuvimos que viajar desde Valencia por carretera hasta Caracas, hasta el estado de La Guaira, donde está el aeropuerto Simón Bolívar, de ahí volamos al estado Táchira, hasta La Fría, y tuvimos un difícil viaje por carretera, porque habían obstáculos en la vía, lo que en Venezuela llamaban guarimbas, que eran métodos de protesta de la gente para obstaculizar a las fuerzas policiales y militares. Llegamos a la frontera y había más de 60 mil personas tratando de cruzar, nosotros éramos cinco personas, mi hijo mayor, mi esposa y dos familiares, y no sabíamos si íbamos a poder cruzar la frontera a tiempo para poder tomar el vuelo desde Cúcuta hasta Bogotá y de Bogotá hasta Lima, todo era muy junto. Felizmente una persona se apiadó de nosotros, vio que Santiago, que en aquel momento tendría siete añitos, estaba tirado en el suelo, cansado, eran las cinco de la tarde, había sol y mucha cola, entonces esa persona dijo: “pasen, enseñan el pasaporte, y se van, porque el puesto fronterizo no está habilitado para sellar pasaportes. Entonces, nos sellan y salimos corriendo al puente Simón Bolívar, cruzamos la frontera y cuando pasamos al lado colombiano corriendo, sentimos un alivio. Se cerró una puerta, la sensación era de ser perseguido por un monstruo y de repente cerrar la puerta y quedarte calmado. Obviamente sentimos nostalgia y dolor, porque no sabíamos qué nos íbamos a encontrar más adelante. Pasamos la noche en Cúcuta y al día siguiente tomamos el vuelo hasta Bogotá y de Bogotá hasta Lima.
– ¿Cómo fue tu primer trabajo?
Primero conseguí un trabajo de seguridad porque me había recomendado un amigo. Postulé, me llamaron y me dijeron “te ves bien para el puesto, vente mañana a las 7 de la mañana. Obviamente, tienes que tener un uniforme, vente con un pantalón oscuro, una camiseta azul y unos zapatos de vestir. El turno es de 12 horas”. Me habían ofrecido un sueldo mínimo y un tipo de bonificación que no era más de 200 soles adicionales. Me pidieron que no me quede viendo el teléfono, ni perdiendo el tiempo por ahí, ni hablando con la gente. Acepté las normas sin ningún problema.
– ¿Cuánto tiempo duraste ahí?
¿Qué pasa? También estaba buscando trabajo en una cevichera que estaba al lado de la casa. No me llamaban, no me llamaban y, justamente, en mi primer día como vigilante, me suena el teléfono terminando el turno. “Señor Escobar, lo estamos llamando de la cevichera Los Esteros de Tumbes, queremos hacerle una entrevista mañana, sábado”. Pero ese día era mi segundo día de trabajo. Me puse a pensar y les confirmé. Al mismo tiempo me la jugué y hablé con el gerente del condominio: “señor, muchísimas gracias por la oportunidad, pero yo mañana no puedo venir porque me han llamado a otro trabajo donde me ofrecen un poquito más. Discúlpeme el abuso de haberle quitado su tiempo, pero tengo que optar por lo que me conviene”. En esos momentos yo necesitaba también propina para sacar un adicional a mi sueldo. Al día siguiente fui a la entrevista y me preguntaron si tenía un trabajo anterior, le comenté que había durado un día de vigilante porque quería ir a la cevichera, entonces la señora me preguntó: “¿Qué te hace pensar que yo voy a contratarte?”. Respondí: “tengo experiencia en el rubro del restaurante, sé manejar al público y cómo es la dinámica. Lo único que me faltaría es aprenderme la carta, los ingredientes y todo lo demás. Si quiere me pone a prueba”. Ella se sorprendió por la seguridad con la que le contestaba, y me dijo que vaya al día siguiente a las 10 de la mañana, y así me quedé por varios meses trabajando en el restaurante. En el ínterin se abrieron otras oportunidades con ellos mismos. Tienen otro negocio al frente que maneja el hijo, y cuando faltaban manos ahí, me pasaba, cumplía mi jornada y me daban una bonificación porque eran dos empresas distintas.
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