Cuando pronunciamos la palabra Venezuela surgen recuerdos de la niñez, aparecen estampas, sus paisajes, rememoramos aromas, sabores de suculentos platos típicos.
El nombre de la patria tiene una vibración que mueve nuestra arquitectura mental y nuestra estructura interna. Surgen sonidos, cantos de aves, rumor de ríos, campanas en pueblos lejanos.
Pero cuando le cantamos a Venezuela, surge el nombre de su trovador predilecto, Reynaldo Armas, el cardenal sabanero.
En la madrugada lluviosa del 4 de agosto de 1953, nació el quinto hijo de Modesta Enguaima y Nicasio Armas, en el campo Los Guatacaros, en plena cimarronía llanera. De niño se nutrió de las leyendas que escuchaba a sus mayores, a poco fue entendiendo la forma de hacer la música de los criollos, lo enamoró el sonido del arpa.
A los 9 años de edad, en Zaraza cantó por primera vez en la austera emisora del pueblo. A los 12 años compuso su primera canción, la tituló “Mi primer amor”. A los 15 años vivió un arpa de cerca, la admiró extasiado por largo tiempo. Esa noche tuvo su primera presentación en público, a campo abierto, en los senderos de Pariaguán al sur del estado Anzoátegui. Reynaldo siempre tuvo una gran capacidad para crear versos e improvisarlos, cantarlos al vuelo en los contrapunteos. Lucido para el hecho musical, él generaba aplausos, encendía corazones.
Comenzó a gestarse su buen prestigio de cantor recio cuando apenas tenía 18 años de edad, justo en ese momento, decidió marcharse a la ciudad de Caracas para hacerse un cantante profesional.
Emprendió un largo viaje en autobús por carreteras de tierra, trillas y arenales, hasta que llegó al Nuevo Circo de Caracas, ahora su casa sería la megalópolis al pie del Ávila.
Los primeros meses vivió en casa de un amigo de su hermana mayor, Margot, en el sector El Cementerio, la calle Los Cármenes.
En esa casa dormía en un pequeño catre, debajo de la escalera, allí comenzó a participar en contrapunteos invitado por el maestro José Romero Bello.
Incursionó en la vida nocturna de la capital, lo sedujo la bohemia capitalina, cantaba en parrandas, hasta que llega su primer éxito “Laguna vieja”, tema que sonó en todas las emisoras del país en 1978:
“Hoy que te vuelvo a mirar
Laguna Vieja vengo a pedirte un favor
quiero bañarme en tus aguas
me está matando el calor”.
Reynaldo se presentaba sin el viejo protocolo llanero de liquiliqui y sombrero, el comenzó a vestirse de gala, usando trajes elegantes, fracs, camisas sobrias, tenía un toque citadino. Así logró entrar en el universo artístico venezolano y lo etiquetaron como un caballero del llano. Se apoyó en su temática renovada, menos recia, con una voz y una imagen emergente, con acento en la nostalgia llanera y el romance.
Reynaldo se convirtió en el cantautor llanero más solicitado en la década de los 80. En sus primeros años en Caracas hizo de animador de eventos, llegó a presentar a Reyna Lucero para uno de sus shows. Comenzó a estudiar Comunicación Social, aunque no finalizó.
Miraba con respeto el mundo de la radio, él posee una voz grave, microfónica, ideal para ese medio.
Surgieron nuevos temas de su pluma, se agigantaba su imagen de cantautor llanero, con una alta presencia en la radio nacional. Sonaba en las emisoras su pasaje El indio, tema que le inspiraron sus visitas al sur selvático de Venezuela, estuvo en varias ocasiones en el estado Amazonas, llegó a comprar una casa allí. La carátula de ese LP la realizó en ese paraje agreste:
“Indio me dice la gente
es porque hay una razón
criollo de tierra caliente
de mi pueblo un servidor.
Mi madre una hermosa india
mi padre de buen color
cuatro hermanos piel canela
más yo que soy el menor
de una misma descendencia
y una misma religión”.
Aunque Reynaldo no estudió música formalmente, posee un excelente oído tonal y tiene una gran memoria melódica.
Eso lo ha ayudado a componer sus 450 canciones hasta ahora. Se ha hecho rodear de músicos valiosos: arpistas estelares como Antonio Ostos, talentosos cuatristas, maraqueros y bajistas que respaldan su canto.
El hijo predilecto de Guárico, estableció nexos muy fuertes con los hermanos colombianos, sus festivales los ha visitado desde hace 25 años con asiduidad, como los de Villavicencio y Bogotá, cada vez con mayor apoyo. Asiste a entrevistas en sus medios nacionales de radio y televisión. En Colombia son himnos sus temas “La muerte del Rucio Moro”, “Me emborracharé para olvidarla”, “Mi credo” y especialmente; el tema que le dedicó a su padre Nicasio al morir “Todo un señor”, el que suele cantar cada mes de junio en su honor:
“Caballero de la tarde entristecida
camina que te aguarda la distancia
tu amor será la fragancia de la rosa campesina
el aliento de tu vida y tesón de tu constancia”.
Su obra musical está sustentada por cuatro poderosas columnas temáticas:
El paisaje llanero, al que describe poéticamente.
El amor y el desamor, plasmado en muchos temas llenos de pasión, algunos son vivenciales.
Sus convicciones y credos, expone su forma de concebir el mundo, la vida y a Dios.
La querencia por su patria, el amor por su nación y su historia.
Por ello, es tan vasto y completo su repertorio, va desde los recuerdos de su niñez entre lagunas y sabanas, morichales y tranqueros, hasta la mujer sensual que viste de azul, o la oda a su padre amado, la elegía a su madre; el canto a la nación y su Libertador.
Cuando le han preguntado: ¿Quiénes son tus maestros de la composición, ¿Quiénes te han inspirado? Reynaldo ha respondido:
“José Alfredo Jiménez, Atahualpa Yupanqui y Joan Manuel Serrat”.
Del mexicano José Alfredo admira su sencillez, la nostalgia por la vida campesina, la gama de sentimientos que expresa en sus versos: el odio, la rabia, el romance y el desengaño.
Del argentino Atahualpa admira su pasión por lo folclórico de raíz pura, lo prolijo de su producción (con 1.500 canciones compuestas) su poesía campechana y profunda.
Del español Joan Manuel Serrat su alma de poeta que con ironía y sensibilidad hace sus composiciones, es un relator de la realidad, un trovador catalán con arrojo.
Los tres son cantautores al igual que Reynaldo, muy fecundos. Los tres son iconos de sus respectivas naciones y fueron provincianos que se hicieron universales.
En 2013 Reynaldo estuvo en los titulares continentales cuando recibió el Grammy Latino por su álbum “Caballo de oro”, logro que tuvo repercusión en Colombia, en las ciudades más latinas de los Estados Unidos y Venezuela. En esa ceremonia, el anuncio lo hizo su colega Fonseca de Colombia, lamentablemente Armas no asistió puesto que había sido intervenido por un cálculo renal, del que salió bien librado. En una manifestación de fe, Reynaldo fue a llevarle la réplica del premio Grammy al Santo Cristo de Pariaguán, arrodillado le oró mientras dejaba la réplica del gramófono frente a la cruz elevada.
Otro llanero que recibió el Grammy Honorífico fue Juan Vicente Torrealba por su inconmensurable carrera artística, hombre que llegó a hacer cine en México. Vimos a Reynaldo Armas brindando con vino tinto en el cumpleaños 100 del maestro arpista, abrazado a él como un hijo más, generoso en afectos. Al igual que Reynaldo, el maestro centenario Torrealba había nacido en el llano y se radicó en Caracas, para así emprender su carrera musical y ambos triunfaron.
La política no le sonrió a Reynaldo cuando en 2008, quiso ser gobernador de su estado natal y perdió esa apuesta electoral ante el candidato William Lara. Ese hecho lo aceptó con serenidad, cerró el capítulo y prosiguió con su vocación musical sin resentimientos.
Quiso establecerse en los Estados Unidos, en el estado de La Florida, buscando una mayor proyección internacional. Meses después, Reynaldo reconoció que no tuvo éxito esa estrategia y regresó a su patria. Se reinstaló en la ciudad que lo acogió en la década de los 70, en una amplia casa de cinco cuartos con alcayatas para colgar chinchorros, un rinconcito llanero en la zona Este del valle de Caracas, donde aún reside, donde lo visitan amigos entrañables, y eventualmente sus 14 hijos.
El Gran Combo de Puerto Rico, la celebérrima orquesta que en 1962 fundase el pianista Rafael Ithier, siempre ha estado conectada con Venezuela y su música. Grabaron “Cunaviche adentro” de Alí Primera en los años 70 cantando Andy Montañez. También grabaron y sonaron con el tema “15 años” de la autoría de Reynaldo Armas:
“En el campo del amor
cuando nace alguna flor hermosa
siempre hay un ruiseñor
que la mira con pasión, deseosa.
La fantasía de sus años comenzó
y en una flor hay muchos rasgos inocentes
Dios te bendiga bella hoy, mañana y siempre
que el sol que encuentres
cuide siempre tu esplendor”.
Es otra de las canciones que se han hecho continentales en la obra de Armas, al igual que “Señora”, “Amor de peluche”, “Aquí está el cardenalito”. Cada vez surgen más versiones de estas joyas que llevan su firma poderosa.
El pájaro cardenal, con su imponente plumaje rojo y negro, es nativo de la zona nor-occidental de Venezuela, característico del estado Lara. Su gorjeo es agradable, se destaca en los montes tropicales, se hace música. Quizá por ello, a Reynaldo lo bautizaron como “el cardenal de la sabana” los locutores que lo presentaron en sus programas en la década de los 60.
Fue un mote premonitorio, porque el canto ha sido su vida, su negocio, su ocio, su virtud. Pero este cardenal ensombrerado, que lleva en su alma el sentir de la gente del campo, las enseñanzas de su padre Nicasio y la musa que Dios le confirió, es un cardenal de toda Venezuela. Él ha logrado unir con su arte a la gente que ama el joropo en ambas fronteras del Arauca.
Reynaldo Armas Enguiama con su elegancia y sus poemas hechos canción, ha dado a nuestra patria el más alto pedestal.
León Magno Montiel/@leonmagnom